Sigo este diario, con uno de los lugares más extraños en los que he estado nunca: Tana Toraja. Este día iríamos a un funeral, y empezaríamos a acostumbrarnos a estar en lugares llenos de muertos
Día 20 de agosto de 2010. This Place is Death: Rantepao y zona sur de Tana Toraja (1ª parte)Sobre las 8:30 nos dimos cuenta de que estábamos ya en Rantepao; el bus acababa de parar frente al hotel Indra, y nos bajamos ahí mismo. Vino un señor a hablarnos y nos propuso que mirásemos una habitación allí. Sabíamos que costaban 400.000, pero por mirar... Al entrar la mujer de recepción, que era muy agradable, nos enseñó una hoja de precios, y efectivamente la habitación doble más barata costaba 400.000 rupias. Le dijimos que lo sentíamos, pero que era demasiado caro para nosotros, y ya nos íbamos a marchar a buscar otro cuando nos llamó y nos dijo que nos hacía un descuento; nos dejaba la habitación en 216.000 rupias! Nos enseñaron la habitación, en el primer piso, que estaba muy bien y limpia (¡¡limpia!! ^^), e incluso tenía agua caliente. Decidimos quedarnos una noche, y buscar algo más barato para el día siguiente.
Luego el señor que nos había venido a hablar al bajar del bus se acercó a nosotros; nos dijo que era guía, y que podía llevarnos a un funeral ese día, que justo se estaba celebrando uno en un pueblo no muy lejano de la zona sur. Le dijimos que lo pensaríamos, y fuimos un ratito a descansar un poco (el bus nos había dejado bastante hechos polvo) y a esperar a que nos trajeran la bebida de bienvenida. Te daban a elegir entre té, café y zumo de tamarilla, una fruta tropical que sólo hay en esta zona. Yo pedí el zumo y Migui café, y esperé en el pequeño porche que daba al jardín a que lo trajeran mientras él se daba una ducha para despejarse. Tardaron un rato en traer las bebidas, y mientras estuvimos hablando para ver qué hacíamos. Cuando nos las sirvieron, probé el zumo. Se parecía un poco a la fresa, pero era diferente al mismo tiempo, y estaba realmente bueno. Finalmente decidimos hablar de nuevo con el hombre de abajo, tras terminar nuestras bebidas, y preguntarle por lo de la visita guiada y la ceremonia.
Zumo de tamarilla, muy rico.
Le encontramos en recepción, y fuimos al restaurante para sentarnos y hablar del tema. Se llamaba Andriano, y si aceptábamos ir con él podía llevarnos al funeral y luego a la parte sur de Tana Toraja, por 600.000 rupias. Como habíamos leído en diversos blogs y diarios que a otra gente le había salido entre 700.000 y 850.000 rupias hacer lo mismo, de modo que nos pareció un precio bastante razonable. Además, teníamos referencias de él, de dos chicos a los que habían conocido Maribel e Iván y que habían quedado contentos. Como en aquel momento no teníamos dinero suficiente, nos prestó él 400.000 rupias para que tuviéramos pasta para pasar el día y poder salir cuanto antes, pues entre que subimos a la habitación, nos trajeron las cosas y demás habían pasado ya más de 2 horas. Para ir al funeral debíamos llevar alguna prenda negra o ropa oscura, pero por suerte ya íbamos más o menos vestidos así y no tuvimos que ir a cambiarnos.
Enseguida estuvimos en el coche, bastante cómodo, y Andriano nos iba contando cosas sobre la cultura Toraja. Como íbamos a ir a un funeral, teníamos que llevar un regalo para la familia, o bien azúcar o bien un cartón de tabaco kretek. El kretek es un tipo de tabaco diferente, mucho más barato que el normal, que contiene, además de tabaco, clavos de olor y otras sustancias (a veces cacao, por ejemplo); el problema es que su concentración de nicotina y otros tóxicos es altísima, más del triple que en los cigarrillos normales, de modo que es muy nocivo para la salud. Aún así, en Indonesia la mayor parte de la gente fuma kretek. Al rato paramos en una tiendecilla local, y al final compramos un cartón de kretek, por recomendación de Andriano (nos costó 69.000 rupias). Poco después nos metíamos por una carretera de aldea, justo detrás de un camión abierto cargado de gente. Andriano nos explicó que eran familiares que iban al funeral, y llevaban un cerdo como regalo. Continuamos un rato por aquella carretera, y finalmente llegamos a un tramo en el que había decenas de coches aparcados. Dejamos allí el nuestro, y caminamos un poco más, mientras otros vehículos atestados de gente iban llegando. Ya desde allí empezamos a escuchar los chillidos de pánico de los cerdos. Buf.
Algunas familiares
En un par de minutos llegamos a la casa en la que se celebraba el funeral, situada junto a la carretera. Un pequeño camino asfaltado subía en cuesta desde ésta hasta un pequeño grupo de longhouses que se encontraban en una zona un poco más alta. Sobre el camino había un montón de cerdos atados a palos de bambú, algunos de ellos con desgarros y heridas sufridos durante el transporte; estaban allí tirados esperando a que los sacrificaran, pero entre el calor, las heridas, el miedo y que no se podían mover lo estaban pasando muy mal; para nosotros fue muy duro verles sufriendo así, nos dio mucha pena.
Cerditos sufriendo...
Familiares
Casa temporal de bambú
Junto a la casa familiar habían construido varios edificios temporales con motivo del funeral, en bambú, para acoger a los cientos de personas que acudirían a despedir al difunto. A la entrada estaban las hijas e hijos del fallecido, vestidos con las ropas tradicionales de funeral y hachas rituales, y entregamos el tabaco al que parecía ser uno de los hijos mayores. Nos dieron las gracias, y nos indicaron que pasásemos a una estancia cerrada; recorrimos un pasillo, a la izquierda del cual había una especie de pabellón bajo el que estaban sentados muchísimos familiares, y tras descalzarnos entramos en la sala. Allí estaba el ataúd! Y encima de él, una foto del muerto, un hombre mayor fallecido hacía muy poco, sólo dos meses antes (lo normal es que tengan que esperar años para celebrar el funeral, porque es muy caro). Nos tuvimos que sentar en el suelo y nos trajeron té y una bandejita de dulces. Era todo muy raro, no nos apetecía mucho comer...
Estábamos con la familia en la sala, descalzos, con el muerto allí delante, escuchando de fondo a los cerdos y, de vez en cuando, las canciones de funeral que sonaban fuera. Vamos, que no era una situación que abriera mucho el apetito. Probamos algunos dulces por compromiso, y yo me obligué a tomar un poco de té. No había ni uno que estuviera bueno, eran como las típicas galletas saladas pero luego las probabas y eran dulces: tenían un sabor extraño que no acababa de gustarme. Al cabo de un rato quitaron el té y los dulces: ya podíamos salir de la habitación del muerto, al fin!
Dos de las hijas
De picnic con un muerto... :S
Fuera, en las casas temporales de bambú, había sentados cientos de invitados. De vez en cuando ponían una canción funeraria en un casette, y la gente del pueblo bajaba la cuesta junto a la casa en procesión; todas las mujeres iban vestidas con camisa verde y falda de tubo negra. Se dirigían a los porches bajo los que estaban sentados los familiares, y les servían té y café. Andriano nos contó que todo el mundo sentía mucha tristeza cuando escuchaba aquella música, porque les recordaba a sus familiares muertos.
Procesión de mujeres con bebidas calientes
Mujeres sirviendo a los familiares del fallecido
Esta familia debía tener bastante dinero, porque estaban haciendo el funeral muy pronto; normalmente las familias tienen que ahorrar durante años para preparar el funeral. Los hijos e hijas tienen que comprar los búfalos para sacrificar, y también cerdos para alimentar a las personas que ayudan a construir las estructuras de bambú. El número de animales a sacrificar en los días del funeral va en función de la posición social de la familia. En este caso, como era de clase media, se sacrificarían dos búfalos y ¡unos 40 cerdos! Buf... Si fuese una familia de clase muy alta, algo así como un “rey” o jefe local importante, tendrían que sacrificar 24 búfalos, más los cerdos que correspondan... Aunque esta familia no fuese de clase alta, flipamos con la cantidad de cerdos que iban a matar: cada poco rato llegaba otra furgoneta o coche repleto de gente hasta arriba, con un cerdo más metido entre ellos.
Acceso a la parte principal del recinto
Hijas del señor muerto
Más y más cerdos llegando
Andriano nos llevó a la parte alta, donde estaban las longhouses, para que las viéramos. Allí estaban también algunos invitados, vestidos de negro, y nos observaban al pasar. Las mujeres llevaban pequeños bolsos, casi todos rojos o rojos y negros, que se usan para guardar nueces de betel. Las longhouses, bastante grandes, eran relativamente modernas, pues no tenían el tejado tradicional, sino uno construido con planchas de metal y otros materiales más resistentes que la paja.
Familiares sentados en un granero, en la zona de las longhouses
Detalle de una casa
Luego Andriano nos dijo que podíamos ir a ver cómo sacrificaban a los animales, pero no quisimos ir hasta allí, para nosotros ya era bastante duro. Sólo nos acercamos un poco, y vimos desde lejos cómo mataban a un cerdo degollándole, lo que me pareció horrible; creo que la gente debería plantearse lo que implica comer carne. En otra zona, unos hombres habían despiezado a otros cerdos muertos y a los búfalos para asarlos. Al lado, unas ancianas mascaban parte del betel que llevaban en sus bolsos rojos. La cabeza de uno de los búfalos sacrificados, con los ojos aún abiertos, reposaba sobre un montón de carne, junto a una de sus patas cortadas. Aquello era un festival de sangre y muerte.
Los masacradores de animales
Vimos que había varios lugares de los que salía humo, donde estaban preparando la carne para dar de comer a los invitados, pero ya no nos acercamos. Si encima me ofrecían probar la carne me daba algo, eso sí que no lo haría ni por compromiso ni por nada. Una vez visto cómo era el funeral ya no teníamos mucho que hacer allí, así que nos pusimos en marcha para ir al siguiente lugar: Tampangallo, una cueva utilizada como cementerio.
Pronto pondré la continuación, con algunos de los lugares más macabros que se puedan imaginar...