Edimburgo, ciudad de misterios, de sombras, de leyendas y de fantasmas, fue arrasada en el siglo XVII por la peste bubónica. Tanta eran las personas que morían cada día de este mal que tuvieron que enterrar a los muertos en fosas comunes simplemente forrados con mantas pues la madera para los ataúdes se había acabado. Y tanto trabajo tenían siempre los sepultureros que muchas de esas fosas ni siquiera eran profundas así que, debido a la natural putrefacción del cuerpo humano tras la llegada de la muerte, la contaminación del agua que por vía subterránea circulaba por la urbe era inevitable.
El Mary’s King Close, el callejón de Mary King, se convirtió en uno de los principales focos, seguramente por la pobreza, por el hacinamiento de sus habitantes y por lo fácilmente que esta plaga pasaba de unos a otros. Una vez la peste bubónica apareció en esta calle corrió como un reguero de pólvora. Las escenas que allí se vivieron pronto se tornaron degarradoras. Cada día eran más los que aparecían tambaleándose por las calles con manchas negras sobre la piel, los ganglios terriblemente inflamados y el cuerpo cubierto de llagas dolorosas.
Entonces, presas del miedo a un contagio masivo e imparable, las autoridades locales decidieron ir levantando muros que apartaran esta humilde calle del resto de los habitantes de la ciudad, y con ella a todos los enfermos de tan terrible y contagiosa enfermedad. Mary’s King Close terminó convirtiéndose en una serie de callejones oscuros subterráneos bajo las calles empedradas por las que paseaban despreocupados los que gozaban de buena salud.
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El lado oculto de Edimburgo
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The Real Mary Kingsclose